Madrid, 19 may (EFE).- Las cajetillas de cigarrillos y los envases de picadura de tabaco para liar incorporan a partir de mañana un código identificador con su «ADN», una novedad que supone un reto tecnológico de envergadura para el sector y que aspira a ser un arma más contra el contrabando.
Este nuevo sello permitirá saber toda la información del producto con un elevado grado de detalle, incluyendo no sólo su origen, sino también la hora a la que fue producido o la máquina y la línea de fabricación de la cual salió.
La norma, de ámbito europeo, afectará en España también a los estancos que distribuyan a máquinas expendedoras -se calcula que el 90 % del total lo hacen-, aunque éstos tienen de plazo hasta octubre para adaptarse.
En la práctica, la directiva implica que el tabaco pase a ser trazable, es decir, que se pueda seguir su rastro por todas las etapas, desde su procedencia hasta el proceso de producción y posterior distribución.
Desde el sector aseguran que el grado de exigencia de la nueva legislación coloca al tabaco como líder en materia de trazabilidad; de hecho, fabricantes y supermercados ya trabajan en iniciativas en esta misma línea para dar confianza al consumidor sobre los alimentos que consume, aunque por ahora de forma voluntaria.
«Es una realidad que el nuevo sistema de trazabilidad está suponiendo un gran reto para el sector del tabaco, porque conlleva un importante esfuerzo tecnológico y económico (…) y con un modelo diseñado en estándares abiertos que puede servir de ejemplo para el resto del mundo y para otros sectores», subraya en declaraciones a Efeagro la presidenta de la Mesa del Tabaco, Águeda García-Agulló.
Desde esta entidad -que agrupa a todos los eslabones de la cadena, desde cultivadores a fabricantes y estanqueros- apuntan que el nuevo código identificador está diseñado para favorecer las labores de control por parte de las autoridades de cada país en su lucha contra el comercio ilícito, considerado por el sector de forma unánime como uno de sus mayores problemas.
En España se calcula que más del 9 % de las cajetillas consumidas son ilegales, con un impacto económico cercano a los 800 millones de euros que dejan de llegar a las arcas públicas vía fiscal -el 78 % del precio de cada una se dirige a impuestos-.
El grueso del problema no son tanto los productos falsificados como la venta de cajetillas que entran en el país y no lo hacen por el circuito legal.
Aunque hasta dentro de un año todavía se podrán comercializar envases sin este código -por lo que el consumidor podrá encontrar ambos en el punto de venta-, los fabricantes ya han invertido para adaptar sus sistemas de producción. Se calcula que en Europa se monitorizarán a través de este código 29 millones de unidades al día.
Para conseguirlo han incorporado nueva maquinaria capaz de imprimir y leer estos identificadores a alta velocidad y transmitir la información a las bases de datos comunitarias.
También los estanqueros se ven implicados en estos cambios, ya que deberán escanear el producto y contarán con unos códigos específicos.
El desafío, no obstante, será mayor para aquellos que vendan a máquinas expendedoras, a los que la normativa considera «operadores económicos» y para los que el plazo se ha alargado hasta el 1 de octubre.
Consultado por Efeagro, un portavoz de la Unión de Estanqueros ha reconocido que por el momento «se desconoce cuál va a ser el proceso necesario para que el estanquero cumpla con sus deberes» y están «a la espera de que se conozcan los detalles» sobre unos cambios que revisten de «complejidad».
«Nuestra preocupación se centra en la considerable diferencia existente entre los grandes estancos urbanos y los pequeños situados en zonas rurales, por ejemplo. Cualquier cambio que se produzca siempre será más difícil de acometer y superar en estos últimos, ya que generalmente hay menos personal, peor equipamiento tecnológico y menor rentabilidad», advierten desde la patronal.
Óscar Tomasi